Alimentación y placer
Una dieta saludable no se define por prohibiciones estrictas e ingestas aburridas. Por eso, es indispensable trabajar sobre lo que nuestro paladar considera gustoso para modificar una imposición cultural que muchas veces no nos beneficia.
El gran error de nuestra cultura está en asociar el placer con el exceso en aquellas cuestiones relacionadas a los sentidos. Cuánto más estimulación de sensaciones reciben nuestros cinco sentidos, más novedad y acumulación de estímulos se necesita para alcanzar placer.
Y esto funciona tanto para los placeres visuales como para los auditivos o gustativos. Creer que la alimentación y el placer van a contramano, es un equívoco grave que puede llevar a alterar varios campos de la salud. Asimismo, relacionar el placer con grandes comilonas y preparaciones rebuscadas también es incorrecto.
Una dieta saludable no se define por prohibiciones estrictas e ingestas aburridas. Por eso, es indispensable trabajar sobre lo que nuestro paladar considera gustoso para modificar una imposición cultural que muchas veces no nos beneficia.
Así lo han entendido quienes, en situaciones críticas de salud, se han visto obligados repentinamente a aprender a saborear otra vez y a encontrarle el gusto a otros alimentos. Cambiar hábitos en nuestra alimentación, aprender a elegir lo que es sano y, al mismo tiempo, placentero, ayuda a prevenir muchas patologías.
Cabe aclarar que los criterios acerca de lo que es rico y sabroso varían según las culturas y las regiones del mundo. Por eso, es una cuestión de hábito. No obstante, el bienestar físico depende una alimentación balanceada y natural, pero esta no implica de ninguna manera una dieta estricta y carente de placer.
En otras palabras, comer sano no significa que tengamos que privarnos de lo que nos gusta, sino variar la comida y saber qué comer, cuándo hacerlo, en qué cantidades y cómo presentar el plato. Para esto, es necesario tener información básica sobre las necesidades del organismo y de las combinaciones que requiere para que nutrirse.
De ahí que la intervención de un profesional sea de vital importancia. Solo un Licenciado en Nutrición está capacitado para determinar qué tipo de alimentos y cuántas calorías debe incorporar una persona de acuerdo con su edad y su actividad física.
A nosotros nos queda la responsabilidad de tomarnos el tiempo suficiente para organizar, cocinar y paladear la comida. ¿Cuántas veces nos decimos 'con un sándwich me arreglo'?, ¿Y cuántas otras por una reunión en el trabajo salteamos el almuerzo?. Por que ocurra una vez, no debe hacerse costumbre. A la larga (o no tanto), afectaremos el funcionamiento de nuestro cuerpo y de sus órganos.
Según los antropólogos, nuestros antepasados eran más conscientes que nosotros acerca de una buena alimentación. Comían atendiendo a sus necesidades naturales y según los mandatos del propio organismo. Hoy en día, la dieta de las sociedades occidentales, en especial de la de las sociedades urbanas, posee el doble de grasas y muchos más ácidos grasos saturados que aquella del pasado.
También un tercio de la ingesta de fibras que se recomienda por día, y mucha azúcar y sodio, pocos carbohidratos complejos y escasos micronutrientes. Para recomponer este desequilibrio, debemos aprender a elegir los alimentos y combinarlos en proporciones adecuadas.
Como dijimos, cada persona es distinta de otra porque cada organismo es diferente de otro. Y debemos aprender, además, a atender las señales de hambre y saciedad que emite nuestro cuerpo. Si no comemos de un modo consciente ni aplicamos todos nuestros sentidos al hacerlo, alimentarnos solo será un ritual con simples actos mecánicos para ingerir, carente de placer.
Pero si usamos los cinco sentidos, nos relajamos y disfrutamos del plato que tenemos frente, comer será también un momento de placer. Si optamos por una dieta sana, incluso, contribuirá a nuestra salud.
Por eso, transformemos el acto de comer en un momento de alegría, creatividad y placer. Solo se necesita convicción y decisión, información profesional y el deseo de mejorar nuestra calidad de vida.