Alcohol y conducción
Evidente resulta el peligro de esta inconsciencia que no repara en lo valioso de preservar la vida, la salud y los bienes de las personas. Es cierto que se ha avanzado mucho, pero en algunos sectores parece que ningún informe periodístico o algún esporádico control policial hacen mella en jóvenes conductores, que ignoran las advertencias sobre la mala relación entre alcohol y conducción.
Especialmente durante el verano las noticias sobre operativos policiales remiten a situaciones vinculadas con la conducción de vehículos por parte de personas con alcohol en sangre. Ejemplos sobran en las crónicas diarias: accidentes desgraciados con víctimas fatales, personajes de renombre que son protagonistas de hechos similares aun cuando no tengan consecuencias trágicas y controles de alcoholemia en los que se verifica el problema.
La Asociación Luchemos por la Vida sostiene en uno de sus estudios que "está científicamente comprobado que, de los tres componentes que interactúan en el sistema del tránsito, el hombre, el vehículo y el ambiente, que involucra los caminos, su señalización, el clima, etc., es el primero, el hombre, el causante principal de los siniestros de tránsito en, al menos, el 85% de los casos". En buena parte de los casos, los protagonistas son conductores alcoholizados.
Es verdad que han existido notables avances comunicacionales y campañas de propaganda para luchar contra este flagelo. Es innegable que la gran mayoría de la población conoce que no debe conducir si ha bebido. También es verdad que existe, al menos en personas mayores, conciencia de los riesgos que se corren. Sin embargo, las estadísticas sobre fallecidos en accidentes de tránsito no disminuyen en el país. Más de 20 muertos por día es una cifra espantosa que, sin embargo, parece no abrumar a casi nadie.
En los últimos años se ha producido un endurecimiento de las legislaciones respecto de la cantidad de alcohol en sangre permitida para conducir un automóvil. En algunos distritos directamente no se permite que exista ni siquiera dosis mínimas. La tolerancia cero se está imponiendo con fuerza. Pero parece no alcanzar.
¿Qué causas podrían atacarse para revertir este panorama delicado? Quizás haya que trabajar mucho más en educación vial y en la adquisición de valores de defensa de la vida humana entre las nuevas generaciones. Este esbozo de respuesta se fundamenta en algunas encuestas publicadas por el Observatorio Vial perteneciente a la Agencia Nacional de Seguridad Vial. El año pasado, este organismo hizo una compulsa en la que se determinó que el 50% de los jóvenes de entre 16 y 30 años conducirían después de tomar alcohol, a pesar de que el 93% sabía que esa acción aumenta considerablemente el riesgo de sufrir graves accidentes con consecuencias que pueden llegar a ser funestas.
Ese estudio arrojó como resultado central que el manejar alcoholizado no aparece espontáneamente como una preocupación de los jóvenes en el país. Cuando responden en torno a la seguridad vial, el alcohol al volante casi no tiene incidencia.
Evidente resulta el peligro de esta inconsciencia que no repara en lo valioso de preservar la vida, la salud y los bienes de las personas. Por ello, trabajar de manera más profunda en conseguir que se incorporen los criterios correctos es algo que debe hacerse sistemático. Repetimos, es cierto que se ha avanzado mucho, pero en algunos sectores parece que ningún informe periodístico o algún esporádico control policial hacen mella en jóvenes conductores, que ignoran las advertencias sobre la mala relación entre alcohol y conducción de vehículos.