A más de veinte años de un extenso conflicto entre bandas juveniles que sacudió a la ciudad

En los años '90 nacería una rivalidad entre grupos de adolescentes que se extendería a lo largo de los años: se trata de jóvenes de barrio Roque Sáenz Peña, que ellos -que la mayoría- llaman 'Las 800' y Frontera.
Por Juamps Lídiam
Si rivalidades hubo en todas las décadas, una que nació en los años '90 todavía resuena, todavía duele. Pues de aquellos incesantes enfrentamientos corrió sangre y en ocasiones la muerte, en plural: dos jóvenes perdieron la vida. La referencia es hacia grupos de adolescentes de 'Las 800' y de Frontera.
Rememorar lo sucedido puede ser una manera de no mirar hacia un costado ante el acontecer actual.
Dos fueron los protagonistas que brindaron testimonio, Franco Pérez y Víctor Hugo 'Crazy' Peralta, del particular barrio sanfrancisqueño y de la localidad santafesina, respectivamente.
Ambos coinciden, a las citas de Carlitos la Mona Jiménez, en el Gigante de Bomberos, se iba a pelear.
Corría el año '98, fue en aquel entonces cuando el cronista de esta nota pudo presenciar por vez primera la rivalidad. Mientras en el transcurrir de la noche era testigo del fanatismo que provocaba Jiménez, con la presentación de su disco Beso a Beso, en plena ola de un pogo, algo ocurrió de repente. La gente comenzó a abrirse, a dejar un vacío en el medio del campo. Era lo que debía hacerse sólo que un novato como yo no lo sabía, pues era mi 'primer baile'. Y allí, como un tonto, quedé parado. Vi cómo una facción se abalanzaba sobre la otra y volaban los manotazos. No sería lo único que volaría instantes después. También las sillas. Sillas voladoras ¿De dónde salían? Entre asombrado y aturdido sentí una mano sobre mi remera, y un tirón que me alejó de la órbita del caos. Recuerdo bien lo dicho por ese desconocido: 'Correte boludo que hay pelea entre Las 800 y Frontera'. Lo sabría luego, no era nada nuevo, el enfrentamiento tenía un arrastre de años.
"Venía La Mona
y en vez de disfrutar nosotros íbamos a pelear o a ver quién nos miraba
feo", comenta Franco Pérez. A su lado, Claudia Lenis.
"Venía la Mona y en vez de disfrutar nosotros íbamos a pelear o a ver quién nos miraba feo. Ahí adentro, los grupitos nos uníamos todos. El que era de las 800 se unía con el de las 800. Y los de Frontera hacían lo mismo. Adentro o afuera, la cosa era esperar a ver quién atacaba primero. Empezaban unos y se sumaban todos", comenta Pérez.
El primer desencuentro se produjo en un danzante
Estigmatizados muchas veces por su origen social, ciertos menores tienden a la automarginación. Y es precisamente un grupo de pares el que llena sus vacíos. "Nosotros éramos una barrita que nos llamábamos 'Los Wachos', teníamos 14 o 15 años, al principio no salíamos de Frontera. Nos juntábamos en una esquina con un Cabalgata o un Mar de Arenas, tomábamos unos vinos hasta que venía la policía y nos decían 'bueno, muchachos, no pueden estar acá'. Nos levantábamos con el vino y nos íbamos. No andábamos robando o a los tiros, éramos pibes que veníamos de jugar el Baby. Algunas veces... mirá las boludeces, nos poníamos a tomar y nos íbamos al Campo de Deportes a boxear, entre nosotros. O en una esquina, si había problemas los arreglábamos. Yo le decía a otro '¿vos querés que nos caguemos a trompadas?' Peleábamos y después nos tomábamos un porrón juntos. El que perdía lo pagaba", señala Peralta.
Pérez lo recuerda bien, cuando tenía 15 años su barrio era destacado, "era famoso, era furor". De las barritas allí existentes, él fue parte de una, junto a otros 20 chicos.
No obstante Pérez no recuerda cómo se inició la "bronca". En cambio Peralta, sí. Cuando se metieron "algunos grandes" comenzaron a ir a los danzantes que se realizaban en el Colegio Superior San Martín. "Ya en el primero que fuimos uno (de los grandes) se desconoció con otro de las 800 y ahí arrancó la bronca".
La atención femenina, un aliciente al momento de pelear
En los mismos danzantes comenzaron a conocer chicas. Y un valor que hacían pregonar era el de la fortaleza mediante el uso de la violencia. Peralta indica que iban a los barrios a visitarlas. A varios, inclusive a chicas de 'Las 800'. "Cuando nos veían que estábamos ahí nos salían a correr a los ladrillazos o a los cintazos. A veces no quedaba otra que atrincherarse contra alguna pared y comenzar a pegarle al que venga. Nosotros éramos tres o cuatro y ellos, doce".
En los bailes de Bomberos no les era indiferente la mirada femenina. "El más poderoso se ganaba a las chicas, porque a algunas les gustaba que peleemos y seamos nombrados, de un lado y de otro, eh. A eso lo sabíamos bien".
"Me acuerdo lo que sufrió mi vieja con todo eso, y ahora que tengo dos hijos varones no quiero que pase lo mismo", señala Peralta.
La muerte de Lucas, un ante y un después
Lucas Román Quevedo falleció un 21 de abril de 1996. Si bien no pertenecía al barrio de 'Las 800' se juntaba con uno de los grupitos y en una fatídica tarde de domingo perdió la vida frente al cañón de Rigars. Un tiro que no lo tenía como destinatario.
"La bala no era para él", dice Peralta, quien no estuvo allí esa tarde pero recuerda lo que le contaron. "Había ido uno de los chicos a saludar a una piba, creo que en 'Las 800', y unos locos le sacaron una campera. Y este se vino para acá (Frontera). Y se fue con otros para el centro, ahí se armó, parece que la bala era para uno que se cae de la moto y la ligó este otro pibe".
Desde ese entonces la rivalidad tomaría otro tinte, aumentando así el resentimiento y la violencia.
Tiempo después, en Frontera, perdería la vida Iván Pérez. "Fue entre la Calle 70 y la 9, en una esquina", recuerda Peralta. Iván Pérez estaba allí sentado junto a otros amigos, cuando un sujeto que se transportaba junto a otro en moto, gatilló una vez. Y otra. Tres, cuatro, cinco veces. Dos balas impactarían en Iván Pérez. Una de ellas, la letal, le perforó la aorta.
Un festejo de Navidad entre brindis y trompadas
Un suceso muy recordado fue el que ocurrió en una Navidad. Pasadas las 24, un camión estacionó a cuadras de Las 800, del mismo se bajaron varios sujetos con un único fin: desatar una batalla en el corazón de ese barrio sanfrancisqueño.
"La mayoría de los vecinos solía armar las mesas en las veredas para festejar la navidad, y cuando llegaron estos muchachos comenzó la pelea. Así, de pronto. Los policías (ubicados en el destacamento del barrio) estaban cenando, casi ni se enteraron", comenta Pérez.
Al igual que en otros episodios, un detonante anterior motivó el accionar. Peralta se enteró de lo sucedido instantes después, en el transcurso de la noche festiva. Los autores (que para comodidad del relato seguiremos llamando: los grandes) fueron provocados durante la noche cuando salieron a dar una vuelta. Estando de vuelta en el barrio, reclutaron miembros y subieron a un camión. "Lo estacionaron a unas cuadras y se fueron caminando. Dicen que fue una batalla campal. Los que fueron se la aguantaban, pegaban fuerte. Hubo ladrillazos, hasta los vecinos se metieron en la pelea".
"Algunos pueden decir que no soy quien para decir, por lo que fui, pero yo estoy arrepentido"
Pérez y Peralta hablan hoy desde el arrepentimiento, ven a los menores de su familia y no desean que transiten el mismo camino. "No soy padre, pero estoy con una chica que tiene dos hijos. Prácticamente los crié yo y les digo que lo que yo hice está mal. Algunos pueden decir que no soy quien para decir, por lo que fui, pero yo estoy arrepentido. Nosotros somos 12 hermanos en mi familia y el consejo siempre fue el mismo: si pasa algo abrite, no quiero que vivas lo que yo viví. Yo sé lo que pasé y no quiero que les pase lo mismo".
"Hoy en día sí puedo ir al baile con mi pareja o mi familia y disfrutar. Antes no podía ir a ningún lugar porque nos miraban mal o podía pasar algo", señala Pérez, quien se desempeña en el rubro de la construcción. "En la misma obra a veces me cruzo con un chico de Frontera con el que solíamos tener problemas y nos saludamos. De nuestra parte se calmó todo. Somos grandes".
Del lado de Peralta el sentimiento es el mismo. "Yo tuve siete tentativas de homicidio. Me acuerdo lo que sufrió mi vieja con todo eso, y ahora que tengo dos hijos varones no quiero que pase lo mismo. Uno tiene 20 años, y gracias a Dios la madre lo cuidó bien. Y el otro tiene seis años (Úlises), le veo el genio mío de que si le haces algo en algún momento va a llegar el desquite. Eso me pone mal, igual es muy chico. Yo tengo un carácter fuerte y me hace caso, basta que pegue un grito nomás".
Peralta es herrero y desde hace tres años trabaja por su cuenta. Además fue un destacado boxeador. "A mí el boxeo me ayudó a salir de un montón de cosas, lo llevo en el alma. Empecé a los 18 y me alejó de algunas juntas".
Una mirada pesimista del presente: "el paco está matando a todos"
Inevitable se torna el interrogante de cómo ven a las "barritas" de la actualidad. Y las respuestas lejos están de ser alentadoras. "Las 800 se habían calmado, pero volvieron algunos problemitas, hay robos a los vecinos. A mí eso me pone mal, porque si nos quieren llamar callos, éramos callos, pero nunca le tocamos nada a un vecino ni le faltamos el respeto. Hoy se perdió ese código. En las 800 hay necesidad, hay gente grande que se jubiló o que usa la bici para ir a trabajar y no tienen gas natural. Y les roban la garrafa o la bici y los dejan en la vía. Y eso va cada vez peor. Y duele. Los vecinos se quejan de robos, de que les cobran peaje o le rompen el auto".
Pérez aclara que no sólo no se metían con los vecinos, sino que si veían a otro haciéndolo tomaban represalias.
Sin embargo eso es parte del pasado. "Nosotros no queremos tener problemas a esta altura del partido, tenemos entre 35 y 40 años en el grupo. Hace un tiempo un familiar mío tuvo problema por defender a un vecino al que le robaron y le rompieron el auto. Por haber intervenido se sumó él un problema. Uno se quiere meter pero los chicos de 15 años de hoy no tienen códigos, no respetan a los que ya lo vivieron. Y tienen broncas con otros barrios pequeños. Ya no se sienten tantos tiros como antes, pero sí hay mucha droga y robos".
Peralta se toma un instante antes de responder, su gesto lo dice todo. "Fue una cosa de pendejos, eran broncas. Las muertes fueron lamentables. Igual ahora la cosa es peor, el paco está matando a todos. Yo hace 15 años que no vivo más en Frontera, pero sé que por 50 pesos las chicas te ofrecen sexo para después comprar paco. O te dicen, 'lo hacemos por un pipazo'. Es tierra de nadie. Roban cualquier cosa para vender y comprar droga".
Peralta coincide, asimismo, que la tensión dejó de ser polarizada en dos bandos. "Ahora la cosa es con otros barrios. Todos tienen armas, se fuman un pipazo y se creen que son los dueños de todo. O pasan fumando porro delante de los chicos pequeños. Antes te apuntaban para sacarte algo, ahora capaz te disparan directamente. A mi mamá le manotearon la cartera y le hicieron una fractura 0ccipital".
Algunos de quienes eran Los Wachos trabajan, como Peralta, en la construcción; otros "están arruinados" por haberse metido en la droga.
"No va a parar esto, a mí me preocupa el futuro de mis hijos. Las chicas van con una sevillana en la mochila y capaz le cortan la cara a otra porque es más linda. Y la televisión o internet te enseñan cómo robar o usar armas en vez de dar enseñanzas", dice Víctor y recurre a un dicho que por tan popular no es menos certero: "Aprendí que es mejor estar solo que mal acompañado. Es mejor andar por la tuya sin arrastrar a nadie".
De un lado sí, del otro no: la influencia de Vínculos
Tras los sucesivos episodios violentos, las autoridades vecinales de Las 800 decidieron tomar las riendas y buscar posibles soluciones. De este modo, en 1997, nació Vínculos, institución cuyo fin era encausar a adolescentes que "iban por un mal camino".
En dicha entidad los chicos tenían ocupaciones y podían ganarse "una monedita, que no era mucho pero a nosotros nos servía para comprar cigarrillos o tomar alguna cerveza. Cortábamos el césped, hacíamos losetas para arreglar las peatonales... los banquitos de la vía los colocamos nosotros", sostiene Pérez.
"Estábamos de las 16 a las 20 con ellos". Horario especialmente acordado. "Si no estábamos ahí podíamos haber estado dando en moto vueltas y crear algún problema. Nos daban charlas sobre adicciones, sobre los chicos que no tienen trabajo o la pobreza. Ellos salían a buscarnos cuando no íbamos. En un principio habíamos hablado para ir solo los miércoles pero surgían actividades que nos hacían ir todos los días. Hasta los sábados, con una huerta que se hizo".
Pérez admite que en ese entonces la mayoría de los integrantes de su grupo no asistía a la escuela secundaria. Vínculos tomó las riendas de esa formación ausente.
"Así fuimos formando La Banda de José José, que está al servicio de la gente que más necesita, lo arrastramos de Vínculos: el ayudar a los demás. Participamos en obras que son granitos de arena, que ayudan".
Una de las iniciadoras del proyecto Vínculos, Claudia Lenis, rememora: "La gente del barrio venía observando que la rivalidad podía traer consecuencias. Por esto, personas del área de Acción Social (del municipio) fuimos convocadas para pensar qué hacer con estos jóvenes. Y con gente que ayudaba en el barrio tratamos de que circule mucho la palabra. Nosotros veníamos de afuera y teníamos que ganarnos la confianza de ellos y eso se lograba viniendo a las 7 am si decíamos que vendríamos a esa hora. Estábamos en cuerpo presente con ellos. Le pusimos mucho cuerpo".
"Se entendió -añade Lenis- desde las autoridades municipales que lo importante era trabajar y no posar para la foto ante el inicio de un proyecto. Comenzamos a notar que los chicos valoraban que cumpliéramos con lo de que decíamos. El mismo barrio cambiaba desde adentro al ver que ellos devolvían. Hay que volver al territorio, allí es donde se solucionan los problemas."
Del lado de Frontera en cambio no hubo acción social. Los adolescentes siguieron transitando las calles al amparo de la violencia.