A falta de gas natural, leña o “pantallita” para calentarse
Años atrás las estufas eran las vedettes de las casas en el invierno, pero de un tiempo para acá, por el costo del querosene, de la tarifa de luz, fueron quedando desplazadas. Esto provocó que las familias hagan uso de los hogares, las salamandras y donde menos recursos hay, por ejemplo entre quienes viven en los vagones del ferrocarril, un tacho y leña para encender fuego y calentar el lugar se convirtió en una opción, aunque peligrosa.
Por Ivana Acosta
Sobre Av. 9 de Septiembre está el ferrocarril, en los galpones - y también en los vagones desvencijados - hay gente que le da vida a un lugar donde ya no hay trenes de pasajeros que transiten por la ciudad.
A un grupo de familias y hombres solos, la vida les dio la oportunidad de conseguir ese refugio y rebuscárselas como se puede.
Del otro lado del interprovincial, al igual que en varios barrios de San Francisco, la red de gas natural aún no existe o es muy oneroso para las familias conectarse. Por eso, algunos usan la estufa, otros las pantallas de gas y también emplean hogares y salamandras.
Años atrás las estufas eran las vedettes de las casas en el invierno, pero de un tiempo para acá, por el costo del querosene, de la tarifa de luz, fueron quedando desplazadas. Esto provocó que las familias hagan uso de los hogares, las salamandras y donde menos recursos hay, un tacho y leña para encender fuego y calentar las habitaciones, como se pueda.
Juan Carlos Paz cuenta que en el vagón donde vive se "calefaccionan" con tacho, leña y fuego (Marcelo Suppo)
En los vagones, la leña manda
En el inicio de barrio La Milka está - como lo estuvo siempre - el ferrocarril Belgrano. El tren no lleva pasajeros, aunque las vías se siguen usando. A su alrededor quedan algunos vagones que tienen sus propias historias puertas adentro.
Allí cada vez es menos la gente que los habita pero su permanencia en el lugar sigue reflejando la problemática habitacional. En el medio resalta uno celeste color cielo, pero a su alrededor hay una lúgubre historia que obligó a cerrarlo. El recuerdo de Ramón Salas (46) que murió calcinado en su interior mientras dormía en 2016, sigue estando presente.
Ni bien uno entra, es recibido por un grupo de perros amistosos. Aunque con desconfianza permiten avanzar sobre los terrenos que habitan junto a sus dueños. La puerta de la casa mira a la calle López y Planes, ahí no hace falta golpear las manos porque los perros - Flecha, Desacatado, Fernando, Lechuza y Pitocho - reciben a los visitantes. De inmediato, salió Juan Carlos Paz quien oficia de vocero de los hombres que viven en el lugar, ante LA VOZ DE SAN JUSTO.
Paz contó que "hace una banda" que viven allí, y señala a sus compañeros de casa - porque el vagón es eso para ellos. Son unas cinco personas, cada uno con trabajos propios e idas y venidas pero funcionan como una familia, la del vagón.
Juan cuenta que ahí solo viven hombres "grandes y solos". Necesitan de algunos colchones y ropa de abrigo. El frío se empezó a sentir. Le pregunto cómo pasan ésta época, si la temperatura baja mucho de noche y me dice que "más o menos".
"Nosotros lo que hacemos es calentar un poco de leña, prender fuego en ese tarrito - señala - lo metemos adentro, cerramos y esperamos que se caliente. Mientras, tomamos unos mates porque aprovechamos a calentar la pava y después recién entramos".
Juan Carlos mira después hacia el otro lado, al vagón celeste. "Ahí murió un hombre hace varios años quemado adentro. Yo intenté ayudar a sacarlo pero no pude, así que quedó todo cerrado y no se usó más", cuenta con cierto aire de tristeza y nostalgia en su voz y la mirada.
De pronto, vuelve a la conversación, "No compramos leña, viene un amigo que tiene una camioneta y nos trae camionadas de leña, y también yo voy a la chacharita allá busco tarimas y las traigo. A la noche prendemos el fuego, cerramos un rato y esperamos para que se caliente".
En el vagón tampoco tienen luz, así que hacen uso de las velas o sol de noche, sin embargo, son conscientes del peligro que supone calentarse así o del cuidado que hay que tener con las velas, de ahí que explica: "Nosotros nos quedamos afuera y cuando nos vamos a dormir apagamos todo hasta el otro día".
Por último, antes de la despedida Juan Carlos agrega que le haría falta una bicicleta. Todos los días recorre la ciudad a pie con su carro buscando cartón o lo que sea para rebuscárselas, quizá un poco de mercadería.
La
salamandra, una opción
ante
la suba de tarifas
Quizá alguna vez los nonos contaron una historia sobre cómo se calentaban cuando no había dinero para estufas, ni gas natural. Más de uno en el campo y por qué no en la ciudad, se calentaba con un ladrillo, brasero, hogar o la vieja salamandra.
Todos esos métodos que parecen de otra época cobran vigencia cuando en la ciudad o del otro lado del Interprovincial no existen las redes de gas natural.
En la casa de María Celeste Cabral, la salamandra pasó de estar arrinconada durante siete años a ser el medio predilecto para calentar la casa. Ahí en su hogar vive junto a su esposo y sus dos hijos.
"La teníamosprimero como una forma de adornar mi casa y luego, cuando la empezamos a usar, noté que era más económico que una estufa eléctrica y más ahora en estos tiempos que las tarifas están tan altas", expresa la mujer.
Desde su punto de vista la salamandra "es un medio muy bueno de calefacción", notablemente "más económico". En leña no gastan, junto con su esposo van al campo los fines de semana a buscarla, aunque a veces les hace falta: "Es muy poca la que compro, ya que una bolsa - grande - cuesta alrededor de los $120 y dura dos días más o menos, pero mayormente la voy a juntar al campo con mi esposo".
Celeste, toma sus precauciones al encenderla puesto que el humo no deja de ser un peligro para todos: "Antes de prenderla golpeo el caño con algún palo por si se encuentra tapado, así al prenderla no ingresa el humo adentro. Y dejo alguna ventana un poco abierta hasta que prenda".
Las
pantallas de gas
y la leña le ganan
al querosene
Los hogares, estufas a querosene y pantallas para garrafas calientas casas de varias zonas de San Francisco y Frontera cuando llega el frío. En la ciudad en esta época cobran relevancia los anuncios de personas que venden leña, pero no todos lo hacen con la misma modalidad.
Dionisio Acosta trabaja con una pequeña camioneta, va al campo a buscar leña y ya en su casa por Ituzaingó al 1200 la embolsa lista para repartir sin costo a domicilio.
La bolsa chica cuesta $70 y tienen aproximadamente 25 kilos, después están las grandes que vende a $120 y pesan el doble.
Mauricio Dávila también vende leña, aunque en su caso es algo de familia. Su papá comenzó con un pequeño negocio llamado "El Turco Meco", hoy él y algunos socios se dedican a la extracción de plantas, limpieza de caminos rurales y jardinería. Toda la madera que queda entonces la prepara para vender. Cuando es para salamandra la partida de leña se vende a unos $90 y si son hogares - como es mayor cantidad la que se necesita - oscila los $200. En el caso de Dávila, el reparto también se ofrece a domicilio sin cargo.
Por otro lado, otras de las alternativas para quienes no tienen salamandra u hogar a leña pero les sobra una garrafa de 10 kilos, son las "pantallitas".
Maximiliano, que tiene su ferretería sobre Brigadier López al 600, dice que "se venden bien". En el caso de las enlozadas tienen un costo aproximado de $300 y hasta $400, mientras que las de tipo "budinera" pueden llegar a valer hasta $420. Todo dependerá del ferretero claro está.
En las ferreterías se pueden conseguir pantallas de gas de aluminio y enlozadas entre $300 y $400 (Marcelo Suppo)
En el negocio del joven también se consultan los precios de las estufas a cuarzo. "Suelen elegirlas los padres que tienen bebés o nenes chicos y tienen miedo por el gas, esas", cuenta mientras averigua el precio que alcanza unos $600.
En el caso del querosene aunque su popularidad decayó y en la ciudad cada vez son menos los lugares que venden hay familias que lo aprovechan para sus estufas. En la estación de servicio Shell, ubicada sobre Av. Rosario de Santa Fe, metros antes de la rotonda, se vende a $35 el litro y la persona tiene que llevar el bidón. Sin embargo, los playeros sostienen que "se vende muy poco".