A 90 años del crac argentino
Un 6 de septiembre de 1930 los militares dijeron que Hipólito Yrigoyen no iba a ser más presidente. La democracia fue reemplazada por un negro telón de miedos que tristemente se repetirían más adelante. Las botas pesaron más.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Las botas del teniente general José Félix Uriburu se escuchan fuerte en el medio del vacío. Rompió por la fuerza lo que no podía hacer civilizadamente y así el miedo apareció en escena. En el teatro del drama Hipólito Yrigoyen se retiraba para que caiga el telón negro del miedo, la censura de un golpe sucedido 90 años atrás.
La gloria de Yrigoyen en su primera presidencia lo impulsó a ir por más y así fue como sucedió con gran éxito en las elecciones a su correligionario Marcelo T. Alvear, con quien compartió los años dorados del radicalismo.
Estamos en el escenario de una Argentina dirigida políticamente por la UCR (Unión Cívica Radical) en la persona de Yrigoyen que había asumido su segundo mandato en 1928, sin embargo, casi dos años después no habría glorias.
El gobierno era resistido, las loas del '16 ya no existían y el ambiente a nivel nacional estaba caldeado.
La clase media sufría le impacto de la crisis del '29, decían que Yrigoyen era viejo, sus políticas vetustas y varios peros más.
Todo eso dio lugar a la conspiración y el clima destituyente para dar vuelta lo que no podría suceder mediante la democracia, no al menos en los tiempos que la elite, los nacionalistas y conservadores querían.
Golpe en 3, 2, 1...
La escena del 6 de septiembre de 1930 fue dantesca y los cables de noticias no se hicieron esperar.
En el taller de impresión de LA VOZ DE SAN JUSTO se apresuraban a escribir al cierre un título que marcaría el anaquel de noticias local:
"Como consecuencia de la violenta oposición civil y militar, el presidente Yrigoyen se vio ayer obligado a delegar el mando" y al día siguiente: "La revolución derrocó al gobierno, Yrigoyen huyó precipitadamente".
Y aunque suene extraño la sensación de victoria en las calles quedó retratada en una imagen con amplia sonrisa del general Uriburu saludando a la muchedumbre absorta y jubilosa según el sector al que pertenecieran.
"A las 17 horas aproximadamente aparecieron en el centro de la ciudad por distintas calles varios núcleos de tropas. A su frente y en automóvil descubierto iba el general José E. Uriburu acompañado de otro alto jefe militar rodeado de público".
El auto paró en la Casa de gobierno, hablaron con el vicepresidente Enrique Martínez y le indicó que "como obra patriótica debía renunciar" a lo cual se negó indicándole que en ese caso prefería que lo mataran.
Pero Uriburu no quería mártires sino gloria así sea por la fuerza. Martínez abnegado al final como presidente interino redactó un documento donde cedía el poder porque las circunstancias así lo exigían. Yrigoyen quedó solo en la inmensidad y sucumbió a su propia desdicha.
Las primeras palabras del gobierno de facto fueron que sus actos respondían "al clamor del pueblo y contaban con su patriótico apoyo por eso decretaron un feriado para los festejos en el país.
Ya hecho del poder Uriburu comenzó a desplegar su estrategia ordenando un breve Estado de sitio y anunciando la censura para la prensa que irónicamente tuvo que comunicarse por los mismos medios que quería limitar.
A esas órdenes se le sumó otra tajante que fue comunicada por los medios: Quien se opusiera, violara la seguridad o atentara contra la revolución sería ejecutado.
Tierra adentro
Las noticias en el diario daban cuenta también que el nuevo gobernador de Córdoba sería el general Pertiné, jefe de la división de Ejército y en el nombre de la Junta Revolucionaria. La medida fue resistida y ese primer día al frente de un mitín improvisado en la calle dos personas murieron.
Para el 10 de septiembre la estrategia estaba desplegada por completo. En el departamento San Justo se designó para la dirección política revolucionaria al Mayor Dardo Ferreyra.
El jefe político de facto dijo en aquella época oscura que "la patria exigía de todos sus habitantes la colaboración con el gobierno y de la honestidad de la prensa".
Las reacciones del diario "El progreso" conducido por Amadeo Belén Cabrera fue el más férreo opositor a esa asunción y lo hizo saber en un artículo titulado "Ley Marcial" donde atacaba al gobierno de facto y sostuvo que eran tiempos de vivir "bajo el imperio de las bayonetas".
Con el tiempo y hasta que su medio se perdió, Belén Cabrera siguió denunciando lo que decía el silencio de una época negra para la historia que solo sería una primera escena de lo que traería el futuro.