9 de Septiembre, el barrio que rescató la figura del placero
El placero, una figura que parecía olvidada y regresa: una mezcla de nostalgia y seguridad se conjugaron para que los vecinos revivieran la iniciativa de contar con un guardián de la plaza del barrio: Juan Alejandro Mansilla.
Por Mauricio Argenti
Desde hace cuatro meses, la plaza del barrio 9 de Septiembre incorporó la figura del placero, ese cuidador que años atrás era común observar por distintos espacios verdes de nuestra ciudad, con la misión de vigilar que todo allí permanezca en orden y en perfecto estado de conservación.
Para los niños del siglo pasado, verdaderos protagonistas de inolvidables aventuras vividas entre hamacas y toboganes, el placero era esa persona con toda la autoridad en un espacio que se antojaba a conquistar por los pequeños, ansiosos de vivir allí inolvidables aventuras en las que no faltaban épicas batallas protagonizadas por piratas o soldados surgidos de su inagotable imaginación, siempre dispuestos a la diversión.
Cuarenta años a esta parte, las plazas de la ciudad tenían sus placeros. Eran figuras identificadas por el entorno, los vecinos los conocían y confiaban en su tarea para dejar reluciente a la plaza, ese lugar que durante las horas de permanencia era 'su' lugar.
¿Qué pequeño no osaba desafiar al placero transitando los senderos de la plaza en bicicleta o pateando una pelota, con el solo objetivo de escuchar el sonido del silbato o el grito de advertencia que intentaba hacernos desistir de esa práctica prohibida? ¿Quién, si no, pensó alguna vez en que esa persona, a la que no nos animábamos a acercarnos, era el 'enemigo' de nuestras inagotables horas de diversión en la plaza? Si hasta pasaba a formar parte del tradicional paisaje, camuflado entre juegos y frondosos árboles. Hasta que todo cambió.
A partir de la decisión municipal de otorgar el padrinazgo de las plazas y espacios verdes a empresas privadas, en la década de los años '90, la figura del placero fue desapareciendo. Primero en el centro de la ciudad y luego ocurrió lo propio en otras plazas, como la General Paz o la del barrio Sarmiento e inclusive la plaza Vélez Sarsfield y de esa manera, esos escenarios de aventuras y batallas quedaban huérfanas de su presencia, como dando a entender que los pequeños soldados y corsarios habían ganado su batalla. El 'enemigo' había sido derrotado, hasta que....
Juan, el placero
Hace algunos meses, quizá con la intención de revivir aquellos momentos de antaño, el Centro Vecinal Barrio 9 de Septiembre incorporó la figura del placero para concederle nuevamente toda la autoridad sobre la conservación de ese espacio verde, admirado por propios y extraños.
Esa tarea está a cargo de Juan Alejandro Mansilla, un joven de 20 años que todos los días sale de su vivienda en barrio Acapulco y desde allí recorre cuatro kilómetros para llegar a la plaza y comenzar a realizar su tarea en horas de la mañana hasta el mediodía.
"Todos los días salgo de mi casa a las 7.30 de la mañana hasta la plaza. Una vez que llego busco los elementos de trabajo y empiezo la tarea" dijo Juan, quien explicó que "primero de todo, comienzo a barrer y rastrillar quitando las hojas que se encuentran en el suelo junto con restos de residuos que puedan haber quedado del día anterior".
El atractivo de la plaza 9 de Septiembre es indiscutible, no solo por los juegos, la calesita o los baños públicos, únicos en su tipo en una plaza pública en la ciudad sino porque el lugar tiene un atractivo que convoca a propios y extraños que en gran número se dan cita allí para pasar lindos momentos.
Esa convocatoria representa para Juan todo un desafío. "Acá no solo viene gente del barrio sino que es común ver a vecinos de otros barrios que llegan con sus vehículos a disfrutar de esta plaza".
Para su tranquilidad, explicó que "la gente se porta bien y cuida la plaza" y si bien explicó que "nunca antes" había hecho un trabajo semejante reconoció que "me gusta lo que hago".
En su tarea no falta la ocasión para demostrar sus habilidades en materia de conservación de espacios verdes porque "entre otras cosas tengo que rastrillar, mantener en orden las plantas y los árboles, regar y ordenar todos los rincones".
Por más que transcurrieron muchos años y las generaciones de chicos que disfrutan de las plazas se renovaron, parece que algunas costumbres de los pequeños no cambian, como las de hacer travesuras. En este caso dijo que "algunos chicos vienen a la plaza con la gomera y ahí es cuando los tengo que retar porque con eso pueden hacerle daño a alguien sin querer o romper algún vidrio de las viviendas cercanas. En ese caso hay que poner un poco de orden. Los chicos me conocen aunque son un poco difíciles de controlar".
La presencia de Juan en la plaza ya fue asimilada por los vecinos quienes de esa manera reconocen en él a alguien que trabaja a diario para mantener en las mejores condiciones ese lugar que sin dudas es un orgullo para todo el barrio.
Mientras pasaba el tiempo Juan recorría los diferentes lugares de la plaza hasta que, llegado el mediodía, buscaba su motocicleta y una vez en ella se podía divisar a lo lejos a un grupo de niños, escondidos entre algunos arbustos a la espera de que ese lugar que sienten suyo por derecho quede libre. Al mismo tiempo que la motocicleta ponía rumbo hacia el noreste de la ciudad comenzaban a asomar tímidamente aquellos pequeños, sintiéndose triunfadores, porque ese espacio de juegos, por algunas horas era todo suyo. Hasta la mañana siguiente, cuando todo vuelve a empezar.
Antecedentes fallidos
En junio del año 2001 el entonces concejal de Unión Vecinal Córdoba, Biardo Vénica, proponía disponer una persona por turno por cada 20 mil metros cuadrados de superficie en resguardo de la plaza por los numerosos desmanes en las plazas.
En agosto de ese mismo año, Miguel Pesce, concejal de Presencia Vecinal pedía lo mismo, para rescatar la figura del placero y dar el padrinazgo o bien poner una guardia permanente. Pese a la presentación de ambos proyectos, los mismos no fueron aprobados.