Massa y las balas de plata
Mientras las dudas todavía no se disipan, se aguarda que disponga de una importante colección de "medallas benditas" para fundir. De su capacidad para disparar balas de plata depende el futuro de su gobierno.Y también, el del país en su conjunto.
Relata la leyenda que entre 1764 y 1767, la región de Gévaudan, nombre del actual departamento de Lozère, Francia, fue el escenario de una verdadera guerra de los habitantes de esa región con lo que llamaron un "hombre lobo". Se lo describía como un monstruo con forma de lobo, pero cuyo tamaño alcanzaba la estatura de un oso. Al principio, como suele ocurrir en todas las épocas, las desapariciones de personas fueron atribuidas a causas naturales, como extravíos, accidentes y deserciones maritales. No obstante, los reportes de testigos que afirmaban haber visto a un lobo descomunal despertaron el interés de las autoridades.
Así comenzó la cacería de la Bestia de Gévaudan que, en el período mencionado, habría sido responsable de la muerte de 124 personas. Según se cuenta, un campesino del lugar fue el que abatió al monstruo. Según su testimonio, el animal se ofreció para un disparo limpio y comentó que su "receta mágica" para matar al licántropo consistía en balas de plata fundidas a partir de unas medallas de la Virgen María.
Esta es una de las explicaciones que se esparcen por el mundo para explicar la razón por la cual se le llama "bala de plata" al intento extremo de resolver una situación de crisis para la que parecen haberse agotado todas las instancias. Así las cosas, la asunción de Sergio Massa con el título cliché de "superministro" ha sido calificada de ese modo puesto que es la postrera jugada para evitar el total descalabro de la economía, producido por el desvarío ideológico y la fractura de una coalición de gobierno sumida en el desconcierto y la falta de decisiones.
En muchos análisis se ha puesto énfasis en la desprolija formalidad que ha tenido todo este proceso luego de la renuncia del ministro Martín Guzmán. No ha transcurrido un mes y parece que esta situación se produjo hace mucho más tiempo. Sin embargo, ante la debacle financiera que se preveía pero que arreció en estas últimas semanas quizás se torne improductivo insistir en reflexiones sobre la falta de lógica y de racionalidad que tienen algunas de las decisiones gubernamentales. Por ejemplo, la de despedir -o, mejor dicho, ofrecer un nuevo puesto- a la anterior ministra de Economía, luego de que se la hubiera enviado a presentarse ante las autoridades del FMI y hablar frente a empinados empresarios y financistas de las más grandes compañías del mundo para describir las "bondades" de la actual realidad nacional.
Por ello, como casi siempre, las cuestiones de fondo terminan ganando la porfía contra las formas. Y las dudas persisten en este punto. Todos los interrogantes comienzan con "qué" y "cómo". ¿Qué se hará? ¿Más de lo mismo? ¿Cómo se abordarán temas cruciales como la inflación, el despilfarro de un Estado ineficiente, la emisión descontrolada, el descalabro cambiario y energético, entre otros aspectos que también evidencian problemas severos? ¿Qué rol jugará esta vez la vicepresidenta? ¿Cómo se comportará el nuevo "hombre fuerte", conocido por su capacidad de acomodarse según las circunstancias?
Lo que vendrá dependerá de la respuesta que se brinde a estas preguntas en los próximos días y semanas. En la paciente y casi resignada tierra argenta, donde la plata pierde valor a cada minuto, este ubicuo personaje, hoy convertido en "superministro", una figura ya probada en anteriores experiencias complicadas de la vida nacional, puede ser observado como el símil de aquel campesino francés que terminó con la pesadilla, graficada por la presencia del lobo que amenazaba la vida de todos en su comarca. Mientras las dudas todavía no se disipan, se aguarda que disponga de una importante colección de "medallas benditas" para fundir. Porque de su capacidad para disparar balas de plata depende el futuro de su gobierno.Y también, el del país en su conjunto.