Democracias debilitadas por la pandemia
Si algunos derechos se mantienen acotados, regulados o incluso se ignoran, las democracias se debilitan, con los peligros que la historia mostró en cada oportunidad en que se impusieron los totalitarismos.
En reciente nota editorial de este diario se reflexionó sobre las características que tendría la "nueva normalidad" luego de que el gobernador de Buenos Aires "decretó" el final de la anterior normalidad. Y se advirtió sobre la posibilidad de que el tapa bocas no solo sea un recurso para evitar contagios en medio de la pandemia, sino también un símbolo de las restricciones a las libertades esenciales que una democracia supone.
Al respecto, en una intervención ante el Consejo Europeo, la canciller alemana, Ángela Merkel describió a la crisis sanitaria como "la mayor prueba que afronta la República Federal desde su fundación y ha reconocido que lo que está en juego es la vida humana y la cohesión social de Europa". Hasta allí, un diagnóstico coincidente con la mayoría de los gobernantes del mundo, salvo algunas excepciones. Pero inmediatamente reconoció duro trago que supuso para su gobierno el hecho de tener que dictar restricciones a los derechos constitucionales, lo que calificó como "un atrevimiento democrático", señalando que para la democracia algunos de esos derechos restringidos son "existenciales".
Su pensamiento fue más allá. Reconoció que las medidas de aislamiento y limitaciones son estresantes para la sociedad y para el sistema democrático. "Tal situación solo es soportable si las razones de las restricciones son aceptables para todos y transparentes", ha dicho Merkel, "por eso es muy importante que las críticas a las medidas sean permitidas y escuchadas". Toda una definición de lo que correspondería en una democracia plena.
Sin embargo, el pensamiento de la líder alemana no parece ser coincidente con el de muchos gobernantes. El presidente de Brasil asumió su cargo posicionándose como quien venía a poner a la ley por sobre todo. En medio de la crisis sanitaria más grande de la historia reciente se maneja como un autócrata cuestionando a las mismas instituciones que deben velar por el cumplimiento de la legalidad y despanzurrando críticas o acciones furibundas a quienes osan contradecirlo. Este mal remedo de líder político tiene su parangón en las actitudes del presidente de Estados Unidos, quien pretende gobernar desde una red social utilizando un lenguaje violento y autoritario, así como prometiendo sangre y disparos frente a quienes protestan por el aberrante suceso racista que conmovió al mundo en estos días. En Europa crecen los movimientos autoritarios nuevamente y en América latina gobiernan a su antojo en algunas naciones.
Por estas latitudes, quien se atreve a expresar alguna discrepancia con los asumen la extensísima cuarentena argentina como una estrategia política y no sanitaria, se exponen a las reprimendas y descalificaciones que bajan incluso desde la misma presidencia, aunque es verdad con cierta mesura alejada de las estridencias de los personajes apuntados en el párrafo anterior. Pero esto último no es óbice para establecer que es necesario recordar aquella advertencia de Merkel: algunos de los derechos restringidos durante largo tiempo son los mismos que determinan la existencia de la democracia. Por ende, si se mantienen acotados, regulados o incluso se ignoran, las democracias se debilitan, con los peligros que la historia mostró en cada oportunidad en que se impusieron los totalitarismos.